domingo, 31 de octubre de 2010

Lengua y estilo del editorial

Luis Alberto Hernando Cuadrado, Profesor Titular de Lengua Española, Facultad de Filología
Universidad Complutense de Madrid


El editorial constituye una pieza clave, no sólo de la sección de opinión del periódico, en la que sin lugar a dudas ocupa un lugar preferente, sino de todo el medio, debido fundamentalmente a que a través de las ideas expresadas en él se evidencia la posición adoptada por la empresa con respecto a las noticias que publica.
En este sentido, el editorial es definido por José Luis Martínez Albertos (1983: 379) como el artículo periodístico sin firma que explica, valora y juzga un hecho noticioso de especial importancia. Este juicio colectivo e institucional se formula de acuerdo con una convicción de orden superior que refleja la postura ideológica de cada periódico.
La situación del editorial en la sección de opinión, a la que abre y preside, pone de manifiesto la importancia que se le concede y la trascendencia que tiene. El editorial recibe asimismo un tratamiento tipográfico de distinción con respecto a los restantes textos de la sección tanto en el tipo o tamaño de letra como en la extensión de la columna.
Aunque el editorial tiene carácter anónimo, por no llevar firma, es de destacar la estratégica colocación de la mancheta con los nombres y cargos del equipo directivo del periódico junto a él, cumpliendo, en cierto modo, la función de rubricarlo. Cabe señalar igualmente que el editorial, debido al hecho de no llevar firma, es un género específico del periodismo escrito. Tanto en los espacios radiofónicos como en los televisivos las opiniones que se emiten se encuentran siempre avaladas por la autoría de quien las expresa
No existe un criterio fijo en cuanto al número de editoriales que se hayan de publicar a diario. En el extranjero, hay periódicos que publican uno, y otros, hasta tres. Incluso los hay que no publican ninguno y otros que lo hacen en días alternos. En nuestro país, estas últimas posturas constituyen excepciones. Sin embargo, en la prensa norteamericana es más frecuente encontrar diarios que no incluyan editoriales.
El estilo del editorial responde al denominado de solicitación de opinión (Dovifat, 1959: I, 129) o editorializante (Martínez Albertos: cap. 13), propio, no sólo del editorial, sino también de la mayor parte de los textos de opinión.
Aunque existe una predisposición general entre los expertos en estas cuestiones a propugnar una gran libertad de expresión literaria al redactar artículos editorializantes, en el caso del editorial propiamente dicho se observan ciertos preceptos en relación con su lenguaje y especialmente con la estructura interna de su desarrollo.
El editorial, al actuar como portavoz de la conciencia del periódico en que se inserta, suele distinguirse por su tono contenido y su seriedad lingüística. Por eso, ciertos giros desenfadados, toques humorísticos o desgarrados que pueden tener cabida en un comentario, un ensayo, una crónica o una crítica, no se admiten fácilmente en el editorial.
El editorial, al consistir en una toma de posición acerca de una cuestión debatida ante la que se perfilan actitudes y opiniones públicas diversas, también presenta, por regla general, otras notas estilísticas (claridad, concisión y, a ser posible, brevedad) afines a las que definen el estilo informativo, con lo que el lector se encuentra en condiciones de captar sin excesivo esfuerzo la postura patrocinada por el periódico.
Al redactar esta clase de textos debe quedar eliminada la utilización del yo del escritor, ya que quien razona y opina en el editorial no es un periodista determinado, sino el periódico en bloque como institución social de innegable personalidad política, lo cual explica el tono mayestático que se adopta en ocasiones, del que no conviene abusar porque podría llegar a incurrir en el engolamiento y la ridiculez.


ESTRUCTURA
En el desarrollo de la estructura interna del editorial, cualquiera que sea el modelo que se adopte, se siguen estos tres pasos:
a) Comienza con la noticia, que es el punto de partida del editorial. Esta exposición, debe ser breve, ya que la información con los detalles se incluye en los espacios informativos del periódico. El autor del editorial, ya desde el primer momento, aprovecha la ocasión para valorar a la vez el acontecimiento.
b) El cuerpo del editorial puede tomar las formas de interpretación, opinión, reacción o incluso, a veces, de instancia a la acción, quizá a la oposición, dependiendo del punto de vista que se adopte sobre el tema.
c) Cierra el texto un breve párrafo con el que se hace hincapié en el punto más importante del editorial o se recapitulan los razonamientos anteriormente expresados.
Algunos especialistas consideran indicado para el proceso de razonamiento del editorial el esquema que tiene en cuenta la lógica y como arma el silogismo, integrado por:
a) Premisa mayor general; b) Caso concreto; c) Conclusión deducible.
Según Bartolomé Mostaza (1966: 184), la enunciación del tema, el planteamiento, es lo primero. Lo segundo es exponer sus implicaciones y sus consecuencias, o sea, operar con él, manipularlo, desmontarlo en piezas. Lo tercero es emitir un fallo o censura y adoptar, en consecuencia, una conducta, ofrecer una solución, trazar un rumbo.
Entre los rasgos comunes del editorial, se encuentra la preocupación por construir el texto sobre la base de un comienzo y un final reflexivamente elaborados. Si en el primer párrafo el editorialista descubre el tema general que le ha movido a escribir, en el final debe dejar clara la conclusión o solución que da al problema.

FUNCIONES
El editorial puede cumplir diversos cometidos. Se decante o no por uno de ellos, siempre se encuentra ligado a la actualidad, ya que su relación con un hecho reciente es lo que le otorga su carácter de mensaje periodístico y lo aleja de ser considerado como un ensayo breve. Teniendo en cuenta la clásica formulación del periodismo norteamericano, podemos asignarle con Luisa Santamaría (1990: 65) las cuatro funciones siguientes:
a) Explicar los hechos. El editorialista destaca, de la manera que juzga más adecuada, la importancia de los sucesos del día, explicando a los lectores, por ejemplo, cómo ha ocurrido un hecho, qué factores han intervenido en el cambio de actitud de un gobierno o en qué forma unas nuevas medidas podrán afectar a la vida social y económica de una comunidad.
b) Dar antecedentes. Además de reconocer la importancia de un hecho determinado, el editorialista lo sitúa en su contexto histórico, relacionándolo con otros ocurridos anteriormente. Al analizar la tendencia a corto plazo de los acontecimientos, procura resaltar su continuidad, ofreciendo, en ocasiones, paralelismos sumamente instructivos y orientadores para el lector.
c) Predecir el futuro. Tras analizar los acontecimientos presentes, el editorialista siente la necesidad predecir, partiendo del hoy, los hechos del mañana que ve como inevitables a la luz de la experiencia de situaciones similares, siguiendo unas normas de razonamiento lógico.
e) Formular juicios. Los editorialistas, dada su condición de guardianes no oficiales de la conciencia pública, emiten juicios de valor, como cualquier otro intelectual, defendiendo su postura al dar cuenta a los lectores de lo que consideran que está bien y lo que está mal en el mundo.

CLASIFICACIÓN
Las clasificaciones más frecuentes que nos ofrecen los manuales de periodismo guardan una estrecha relación con las épocas en que el editorial ejercía una acción casi exclusivamente persuasiva, llevada a efecto con una cierta carga de ideología y argumentos contundentes. Desde esta perspectiva, se pueden citar los siguientes tipos de editorial:
a) Expositivo. El editorialista enuncia hechos conectados desde un punto de vista particular, sin añadir conceptos que revelen una posición abiertamente definida, ofreciendo al receptor un muestreo seleccionado de elementos de juicio.
b) Explicativo. Manifiesta las presuntas causas de determinados acontecimientos y los analiza con vistas a una comprensión clara de las interrelaciones de sus elementos.
c) Combativo. Característico de las posiciones doctrinarias, en pugna ideológica unas con otras, constituye un instrumento de lucha de clases o arma de reivindicaciones sindicales. Se vale de la denuncia oportuna, de la explicación unilateral o de la exposición de motivos y hechos cuidadosamente seleccionados. Acentúa la protesta, la condena o la oposición intransigente, en una lucha desenfrenada por la captura de adeptos.
d) Crítico. Hace las veces de juez en nombre de la opinión pública, mostrando cuidadosamente ante el ente abstracto que dice representar una imagen de imparcialidad e independencia absoluta. Es el editorial preferido por los periódicos que se proclaman a sí mismos "órgano independiente".
e) Apologético. Divulga en el tono más apasionado posible las bondades de un sistema de gobierno.
f) Admonitorio. Con un tono sereno, reflexivo y, en muchos casos, paternal, exhorta al lector al cumplimiento de ciertas reglas; lanza advertencias contra los peligros; aporta ejemplos de experiencias anteriores, y hace llamamientos al orden y la concordia.
g) Predictivo. Sobre la base del análisis de situaciones, diagnostica resultados de índole social y política; anota posibilidades con fundamentos estudiados, casi científicos.

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