lunes, 22 de noviembre de 2010

Centenario de la dependencia

En un año que se carga y cae sobre sí colmado del término Bicentenario, nos remontamos a intentar comprender este fenómeno. Plasmado sobre la sociedad como la más exquisita de las manifestaciones populares investidas del carácter revolucionario que alentó a aquellos corajudos que detuvieron con nada el puño opresor de la dominación colonial, la multitudinaria convocación refleja tal vez lo mejor del estereotipo argento. La capacidad de sobrexceder las diferencias políticas, sociales, religiosas, económicas, estráticas, de genero, todas, todas las diferencias que se presente, en pos de construir una identidad colectiva que demuestra que la unión se sitúa a si misma, por sobre encima de los standards de desunión social.
Los festejos, llevados a cabo en cada rincón del país, y masificados a la máxima potencia en la capital federal, demostraron que el pueblo argentino, no olvida la construcción de su identidad, y doscientos años después, todavía rechaza y repudia aquel viejo (pero no muerto) puño opresor.
Los artificios, el rock, el folclore, el tango, la integración del diferente, marcaron una fiesta sin precedentes. El grito unificado por la patria argentina.
Ahora bien, sin dar por entendido que cien años atrás, en la conmemoración del centenario de la libertad de la patria, pasó lo mismo que en este año, voy a intentar, no muy extensamente, dar a conocer o establecer un estructuralismo descriptivo de cómo fue aquel 25 de mayo de 1910.
Sin duda que las circunstancias eran distintas, una Belle Epoque que distribuía su esencia sobre todo el mundo, influía de lleno en las políticas sociales y económicas de Argentina. Una Argentina todavía muy chica, con muchas cosas por aprender.
El plan primordial, era la imagen. Una política icónica, digna Pierciana si se quiere. Todo (o casi todo) se reducía a la intención de demostrar que el “pueblo” argentino estaba erguido, ¿pero erguido ante que? Muy distinta estaba la imagen de la integración social y popular actual, de aquella intención de edificación burguesa y clasista. Lo que se vendía, o se intentaba vender, era una Nación de Primer Mundo (y no en vano van las mayúsculas). Se intentaba demostrar, muy en contraposición con la idea originaria de la revolución, que Argentina podía ser dignamente un hijo de mamá Europa.
"(..) la problemática Roquista y si se quiere Sarmentista era la base de la construcción de la Nación. La exclusión de los nativos originarios y de los valores sociales del gaucho por un modelo elitista de valores y conductas asi tambien como educacion directamente importadas desde Europa. Y que mejor ocasión para mostrarlo que en el festejo del centenario de una Nación pujante (...) "
Nutridor por excelencia de la manufactura imperialista, el Granero del Mundo, quería hacer ver, mediante edificaciones monumentales, festejos de élite, y de fondo el estado de sitio declarado por Figueroa Alcorta, que éramos una Nación Independiente.

Ahora bien, cae de maduro la contraposición ideológica que quedaba expuesta. Contraposición que se plasmaba inclusive en los tres planos edificadores de una nación: el plano económico, el social y el político.
En el plano económico, después de 100 años de que aquellos honorables hayan roto las cadenas de la dominación, no podíamos despegarnos de un modelo agroexportador, que destruía y marginaba la capacidad intelectual económica de una nación. Nosotros solitos nos habíamos metido en una dominación económica, comparable con la de los años de colonia. Solo nutríamos las grandes industrias mundiales, mientras la nuestra se caía a pedazos. Dependíamos de la limosna que los grandes Imperialistas tenían para dar, limosna que para una población de alrededor de un millón de personas, parecía mucho, pero que coercionaba la libertad del desarrollo nacional, y que años mas tarde traería irreparables consecuencias.
"(...) inclusive hoy en día el problema sigue siendo el modelo agroexportador. La relegacion de la industria de base nos deja en un papel muy inestable, que nos margina unicamente al abastecimiento de las manufacturas extranjeras. Manufacturas que nosotros mismos tenemos que consumir, pagando casi el triple por la mano de obra y los distintos impuestos. Basicamente, les damos la harina por unos centavos, y compramos el pan por varios pesos"

Socialmente tampoco estábamos muy lejos. La elite dominante había intentado construir una nación, con el ideal de ciudadano determinado por las ideas Sarmientistas. A través de una política de inclusión de los inmigrantes, pretendían construir una sociedad de rotulo, digna de catalogo mundial. Sin embargo, solo lograron la atención de aquellas personas que ante las adversidades económicas, o sociales, pretendían escapar desde su país de origen, hacia otro lugar, de ahí que la Nación fue nutriendo sus raíces con Europeos, sobre todo Italianos, que no encajaban en el modelo estructural del viejo continente.
Ante esta contrapuesta situación, los tejedores de las redes clasistas que afectaban a la población, determinaron un lento proceso de marginación social, que no hacia más que hacinar en la desestimación total a estos pobres diablos, que ante un reflejo de queja eran duramente reprimidos.
A todo esto nos queda la cuestión política, si es que existía alguna en ese entonces. La suerte del país estaba determinada por una Elite de poder, que marginaba la edificación democrática a un rincón del mundo. Recién salidos de las décadas de dominación Rosista, y ni hablar de las de Roca y su holocausto indígena, la democracia solo era un niño con la mano sostenida por los viejos dinosaurios del poder. El comicio electoral no era popular, por ende no abarcaba ni un cuarto de la población, lo que determinaba en gran forma la distribución del poder. Los fraudes electorales, las presiones de opositores, las represiones sociales, el poder en la mano de unos pocos, no se alejaba en lo absoluto de la imagen de dominación colonial de cien años atrás.
" la situación política era patética, intentaban sostener una imagen democrática completamente falsa que lo único que hacia era dejar más claro todavía el fraude y la corrupción. Practicamente negro, elejían a dedo los sucesores gubernamentales, cuando no montaban un circo electoral con el 15% de la población, (ya que el resto no tenía acceso a los comicios) imponían el fraude con la turba en las mesas, o revueltas con las listas entre otras cosas (...)"
La labor revolucionaria de los próceres, había quedado opacada y desarticulada, por la inoperancia política de los dirigentes de aquel entonces, que solo velaban por la construcción de una sociedad de elite, con reflejo neto en el continente Europeo. Argentina se había encargado por si sola de volver a ponerse bajo la mano opresora, aquella por la que había luchado tanto para sacársela de encima.

Y en todo esto, nos quedan los edificios. Los monumentales palacios, los lujosos pabellones, que no hacen mas que reflejar una decadente identidad de subordinación cultural y social, ante aquellos viejos temores, que alguna vez quisimos despejar del panorama.

Fernando Morelli

Fuentes:
Wikipedia
Revista Ámbito
Días de historia
Entrevista a Rossana Claudia Brunetti (Nota Vincular)

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