domingo, 21 de noviembre de 2010

“Contando otra historia”


El paso del año 2010 no significó solo un almanaque mas arrojado a la basura para los argentinos. La república esta cumpliendo en los presentes días nada menos que doscientos años de autonomía como país. En retrospectiva, quedan atrás dos siglos de historia de una joven nación que mostró sus más nobles pero también más siniestros dotes. El trayecto deja un sabor agridulce a la hora de hablar de la construcción de la identidad argentina tal vez por exhibirse en sus vitrinas, a la vez, hermosas doradas páginas de grandiosos personajes con causas honorables luchando por tierras prometedoras de un futuro exquisito pero también sangrientos capítulos de hambre, violencia y profunda desunión en los que gente nefasta e inescrupulosa condujo los destinos una desgraciada Argentina.

Un balance apropiado del período puede hacerse solo si se tiene un vasto conocimiento del los controversiales hechos y contextos que condicionaron la formación de la nación lo cual debe quedar en manos de historiadores, especialistas y profesores. Pero, ¿qué relevancia tiene todo esto para alguien que apenas vivió quince o dieciséis años de esos doscientos? ¿Qué nivel de sensibilidad tienen los actuales adolescentes con la historia de su país? Estos cuestionamientos son centrales en el debate actual; y si en el marco del bicentenario la idea es apuntar a la construcción de un país decente, no podemos dejarlos de lado. En este contexto considero oportuno poner sobre el tapete el rol que cumple y esta cumpliendo la educación con respecto a este tema valiéndome de la opinión de una profesional en el campo.

No sería erróneo apreciar que, al menos en lo que respecta a los últimos cuarenta años, el nivel de los establecimientos educativos nacionales ha caído en un profundo deterioro. Sin señalar nombres y solo mencionando períodos, como el funesto proceso de reorganización nacional o el triunfo de la política neoliberal, podemos encontrar muchas de las causas que en gran parte condenaron al sistema educativo nacional para convertirlo en una triste copia de un modelo occidental que nunca nos sentó. Si bien todo esto es innegable, los festejos por los doscientos años cumplidos ayudaron a que en los colegios se escuchasen algunas nuevas campanas con melodías esperanzadoras. En este sentido Virginia Ledesma, profesora de historia y formación ética en nada menos que tres colegios estatales, afirma que muchos de los mitos y estructuras, que entorpecieron durante mucho tiempo la aprehensión de la materia, lentamente se van desarticulando dando lugar a un estudio de “la historia como proceso y no en una sucesión de hechos” que resulta por momentos ineficiente. Además, señala que otro de los factores que ayuda a los alumnos a incorporar con más naturalidad el objetivo de conocer los hechos históricos es la posibilidad de relacionarlos continuamente con la realidad actual.

El suceso “bicentenario”, fue netamente aprovechado por los colegios, tanto primarios como secundaros, como disparador y fomento de la historia argentina y como herramienta para poner sobre cuestión las distintas etapas de ésta. Virginia remarca la importancia del centenario como punto de comparación: “Nos dio la posibilidad de analizar cual era la perspectiva de la Argentina en 1910 y la Argentina del 2010”, dice. Con respecto a esto comenta que es importante que los alumnos reconozcan la actual revaloración del latinoamericanismo inédita hasta el momento.

Por otro lado, los actos fueron otro punto favorable en los festejos. Hoy en día, los grupos que habitan el ámbito escolar son altamente heterogéneos y esto dificulta la posibilidad de captar la atención y el interés de todos bajo una misma consigna. Fue en este aspecto que la organización y el armado de los actos jugo un importante papel integrador que significó ventajas en varios niveles. Por un lado facilitó la tarea de los encargados del evento aliviándoles las tareas pero lo más destacable fue que absolutamente todos los alumnos aceptaron con gusto participar en los variados quehaceres (oradores, parte artística, contexto histórico, escenografía, etc.) y absorbieron lo trabajado como una experiencia educativa sumamente positiva. La labor realizada por los docentes en pos de la integración significó también para ellos mismos una reevaluación acerca de sus propias tareas. “Ante todo, mas que profesor de historia, uno tiene que replantearse el ser docente”, apunta la profesora.

Teniendo en cuenta los obstáculos con los que se ha encontrado la educación pública y cómo esto ha afectado a los actuales estudiantes secundarios sería ilógico pensar en que ellos son concientes de su importancia como agentes de la historia y futuros forjadores del destino argentino. Es por eso que resulta indispensable apostar a la formación para lograr en ellos la valoración de los procesos históricos. Con respecto a este tema, Virginia cree que la tarea central del docente es “incorporarles la idea de pensar a la historia como una construcción pero también el valor de la democracia como tal” haciendo con ello un gran aporte a su formación como ciudadanos responsables.

El tan ansiado año del bicentenario nos dejo, ante todo, una importante recapitulación sobre lo realizado en los dos siglos que siguieron a la ahora lejana revolución de mayo. En materia educación, todo lo antes mencionado intenta romper con una idea fuertemente arraigada en la actualidad que injustamente crucifica a los jóvenes bajo el oscuro manto de la indiferencia absoluta con respecto a la historia. No es mi intención aquí indultar el comportamiento de los adolescentes (que en muchos casos considero errático) pero si creo que es conveniente exorcizar ciertos preceptos lapidarios y apocalípticos que no proveen en medida alguna una solución constructiva al problema que es lo que en definitiva necesitamos para no repetir las falencias de un pasado no tan lejano.

Por Juan Manuel Guiñazú.

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